Hay autores de los que me da mucho apuro escribir una reseña. Son tan grandes que me siento cohibido por lo que pueda decir o incluso pensar. Como aparece en la sección de este blog “Sobre nosotros”, una de las razones fundamentales para crear este blog es para no olvidarme de lo que leí (como olvidarme, si Cien años de soledad lo leí hace unos treinta años y aún me acuerdo perfectamente, con El coronel no tiene quien le escriba ocurrirá lo mismo) y recomendárselo o no a mis lectores (¿habrá alguien que no recomiende leer a Gabo?). Por lo tanto, me quedo sin razones para emitir mis comentarios sobre este libro, salvo constatar que lo he leído (de hecho no lo leí, lo escuché y me pareció una experiencia incluso más satisfactoria que su lectura).
El coronel no tiene quien le escriba
Lo primero que hay que decir es que nos encontramos ante una novela corta (104 páginas en la edición Debolsillo) de la que el propio autor dijo que era la más simple de las novelas que había escrito hasta la fecha. En ella, aunque pertenezca al ciclo de Macondo e incluso se cite a Aureliano Buendía como una referencia casi mítica, no se aparecen muchos de los elementos característicos de este autor, como los frecuentes saltos en la trama o la combinación entre fantasía y realidad. La novela simplemente pretende reflejar el sentimiento de desasosiego del protagonista.
El argumento es sencillo: al Coronel le prometieron una pensión, que espera inútilmente desde hace muchos años. Viernes tras viernes, trajeado y solemne, aguarda en el muelle la carta que anuncie la concesión de su pensión. Todos en el pueblo saben que espera en vano. Lo sabe también su mujer. Pero el Coronel prefiere cerrar los ojos ante la evidencia y se aferra a su sueño. Y es que, si no, ¿qué le queda?
Un libro duro sobre la vejez, el desasosiego, la pobreza, la soledad y un mundo injusto que no cuida de los más débiles. También es un tema fundamental la esperanza en que la situación mejorará. Esperanza en la carta que no llega o en el gallo que el Coronel trata mejor que así mismo o a su mujer, y que espera gane una pelea que mejorará sus penurias.
Contada con la maestría indudable de su autor, sin filigranas, dura y escueta pero a la vez enternecedora y bella. Dudaba si calificarla como muy buena (porque me gustó más Cien años de soledad) o imprescindible, pero al leer que García Márquez lo consideró su mejor libro: «Yo creo que es mi mejor libro, sin lugar a dudas. Además, y esto no es una boutade, tuve que escribir Cien años de soledad para que leyeran El coronel no tiene quien le escriba«, se acabaron las dudas.