He de reconocer que este libro lo leí hace unos diez años, por lo que esta reseña la hago de memoria. De hecho, ya publique una en la primera etapa de este blog (según un tuit en la cuenta oficial), pero desgraciadamente, esa entrada no la pude recuperar, así que me dispongo a escribir otra ya que este libro para mi es uno de los cinco mejores que leí en mi vida.
Diez años después aún recuerdo aquella sensación de tristeza, abandono, soledad, que experimenté con su lectura. Ahora que he recuperado este blog, me doy cuenta que no me acuerdo absolutamente de nada de la mayoría de los libros sobre los que escribí hace casi diez años, por lo que es obvio que Una soledad demasiado ruidosa me marcó profundamente.
El argumento es sencillo y como aparece en la reseña oficial:
Desde hace treinta y cinco años, Hanta trabaja en una trituradora de papel destruyendo libros y reproducciones de cuadros. En cada una de las balas de papel que prepara conviven libros, litografías, ratoncillos aprisionados y su propio esfuerzo. Pero para él, esos libros son mucho más que papel para prensar: son toneladas de saber que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de los siglos y que Hanta ha ido adquiriendo con su trabajo. Mientras deambula por Praga, repasa su vida a la vez que reflexiona sobre las enseñanzas de los grandes maestros: Lao Tse, Nietzsche, Hegel o Kant.
Como podéis nada del otro mundo, incluso es en parte autobiográfico ya que es verdad que Hrabal trabajó en una trituradora de papel. Lo que realmente importa es su capacidad para transmitir esa soledad, ese rechazo a la soledad, ese amor a los libros, pero que marca profundamente al lector y hace apreciar a esta obra maestra.
Para mi es uno de los libros que más me han marcado. Se lo recomiendo a todo el mudo, pero aviso que es triste y agobiante, pero aún así vale mucho la pena.