Hoy toca reseñar uno de los grandes: Albert Camus: novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957 «por su importante producción literaria, que con una seriedad clarividente ilumina los problemas de la consciencia humana en nuestra época». El extranjero (1942) es su primer libro con un argumento sencillo pero con profundas raíces filosóficas que el prestigioso periódico Le Monde lo ha considerado como el mejor libro del siglo XX.
Su protagonista es Meursault, un hombre franco-argelino que se muestra pasivo y ajeno al mundo que le rodea, que ni se inmuta ante la muerte de su madre ni muestra arrepentimiento tras cometer un crimen. Meursault es un extranjero en un mundo que no controla su destino, sino que se deja llevar por gobiernos superiores, ya sean humanos o divinos.
Parece obligado que cuando se habla del El extranjero hay que utilizar las etiquetas “absurdo” o “existencialismo”, pero yo no quiero realizar un análisis crítico al más puro estilo académico. Realmente me interesan poco las etiquetas o si podemos incluir esta obra dentro de un movimiento literario u otro. Lo que me interesa ver es que 80 años después de su publicación sigue estando tan vigente como el primer día. Sus 184 páginas se leen de un tirón. Su prosa es simple, descarnada, acorde con la actitud pasotista de Meursault, pero sobre todo con una fuerte carga filosófica, en el que se pone en duda la justicia, la sociedad y la existencia humana.
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias». Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
La familia y la muerte son temas que surgen en El extranjero. Pero siempre carentes de sentimientos, de importancia, de reacciones:
¡Qué me importaban la muerte de los otros, el amor de una madre! ¡Qué me importaban su Dios, las vidas que uno elige, los destinos que uno escoge, desde que un único destino debía de escogerme a mí y conmigo a millares de privilegiados que, como él, se decían hermanos míos!
Pero este mundo en que no importa la muerte de los otros o el amor de una madre, está gobernado por los humanos y su justicia, en la que parece que no está claro cuáles son los verdaderos delitos:
El Procurador se levantó entonces muy gravemente y con voz que me pareció verdaderamente conmovida, el dedo tendido hacia mí, articuló lentamente: «Señores jurados: al día siguiente de la muerte de su madre este hombre tomaba baños, comenzaba una unión irregular e iba a reír con una película cómica. No tengo nada más que decir»
El delito no es lo que hagas sino el no comportarse como se debiera.
Lectura recomendable, muy recomendable, posiblemente imprescindible para los que quieran dejar de ser extranjeros en este mundo.